DE GATOS TUERTOS A VIRTUOSOS VIOLINISTAS
Manuel Suárez
Ángeles
Platón sostenía que, de todas, «la música es
la herramienta más eficaz para la educación». Más de un pedagogo decimonónico
habrá hecho suya esta sentencia como un aval de sus preceptos, utilizando
oportunamente el peso que le confiere el renombre del mentado filósofo griego.
Y más de un moderno pedagogo de la música sigue recurriendo a justificaciones
románticas. Un niño expuesto a la música desde temprana edad, resulta mejor
educado que el que no gozó de esta suerte. Exponiendo a nuestros hijos a las
artes desde temprana edad, dice, contribuimos a sensibilizar y elevar su
espíritu. Tenemos una responsabilidad ética, sentencia, de educarlos dentro de
las artes para hacer de ellos mejores personas.
Parece que
nuestro pedagogo requiere de un esfuerzo extraordinario para justificar la
permanencia de la cultura en nuestras escuelas y arrastra, para ello, al
irrefutable Platón hasta nuestros días. En contraste con él, tenemos al
administrador de la «educación para la modernidad», quien acusa la inclusión de
las artes en la escuela como un intento caro, injustificable y prescindible en
última instancia. A la hora de los recortes presupuestales y reajustes
programáticos, son siempre las artes las primeras en ser sacrificadas.
¿Quién
habría de pensar que los más recientes descubrimientos internacionales en el
terreno de la neurobiología avalan y dan una base científica a lo dicho por
Platón y que su famosa sentencia, en su momento obtenida por la observación
empírica, pasa ahora de ser una frase «conveniente» a una afirmación
científicamente demostrable, que nos obligará a reformular prioridades en la
pedagogía y a transformar nuestros sistemas de enseñanza?
En la
Universidad de California (Irvine) Gordon Shaw y Frances Rauscher expusieron a
19 niños en edad preescolar a clases de piano y canto. Comparándolos después de
ocho meses con otro grupo piloto de niños no expuestos a la música, concluyeron
que la capacidad de raciocinio espacial, medida en su habilidad para resolver
laberintos, dibujar figuras geométricas y copiar patrones con cubos bicolores
era, con un impresionante 80% «dramáticamente superior» en los primeros. La
hipótesis que explica esta observación sugiere que dichos niños, al escuchar
música, desarrollaron circuitos neuronales específicos en su corteza cerebral
que son parcialmente los mismos que se requieren para la comprensión
matemática.
Apenas hace
algunos meses, utilizando tecnología de resonancia magnética, investigadores de
la Universidad de Konstanz (Alemania), compararon los circuitos neuronales
correspondientes a los dedos de la mano izquierda en músicos que ejecutan
instrumentos de cuerda con los circuitos correspondientes en individuos que no
son músicos. El tejido somato sensorial especificado en la corteza cerebral
resultó ser significativamente mayor en los músicos. Llegaron, además, a otras
dos conclusiones:
1. En el
grupo de músicos analizados no era relevante la cantidad de tiempo de
estudio invertido en su instrumento, sino la edad en la cual se inició
su estudio. El desarrollo del tejido somato sensorial correspondiente a los
dedos de la mano izquierda era tanto mayor, cuanto más temprana fuera su edad
al iniciar sus estudios musicales.
2. Los
tejidos formados a edad temprana son permanentes, aun cuando se
interrumpa por indefinido el estudio de un instrumento musical. Esto significa
que es posible retomar un instrumento después de la infancia con relativa
facilidad, si dichos tejidos existen ya desarrollados en la corteza. El
aprendizaje de un instrumento por un adulto es mucho más difícil, si no se
formaron dichos tejidos cerebrales en la infancia.
Por
experiencia, todos los músicos sabemos que es conveniente empezar el estudio de
un instrumento musical a temprana edad, si queremos llegar lejos. Es lugar
común que un solista reconocido haya iniciado sus estudios siendo muy joven.
Contrariamente, no conozco ejemplos de instrumentistas famosos que se hayan
iniciado en la música siendo ya adultos. La importancia de iniciarse en un
instrumento a temprana edad generalmente la hemos atribuido a la dificultad de
los instrumentos, los de cuerda en lo particular. Dado que el aprendizaje de un
instrumento requiere de tantos años, se dice, es mejor iniciar su estudio
cuanto antes. Pero los nuevos descubrimientos de la neurobiología nos dan una
explicación distinta y de consecuencias dramáticas, como se verá más adelante.
Hace ya más
de 20 años, los científicos Wiesel y Hubel realizaron un experimento
relativamente simple con un gato recién nacido. Cerraron uno de sus ojos
durante un largo periodo y observaron que, a diferencia del ojo abierto, muy
pocas neuronas del ojo cerrado establecían conexiones con los tejidos
correspondientes en la corteza cerebral, proceso necesario para desarrollar la
vista. Al descoser el ojo cerrado, y a pesar de estar médicamente sano, éste
quedó ciego en forma permanente. Un gato adulto, sometido a la misma prueba,
recuperó la vista inmediatamente en cuanto abrieron su ojo, dado que las
conexiones neuronales hacia el cerebro, necesarias para poder ver, ya existían.
Esto significa que las neuronas de los órganos sensoriales solo pueden
«funcionalizarse» estableciendo conexiones en la corteza cerebral durante lapsos
específicos y de duración limitada. En el caso de la retina, los
circuitos que vinculan las neuronas con el córtex visual se desarrollan a muy
temprana edad. Una vez pasado el tiempo en el cual el córtex visual es aún
maleable, ya no se puede desarrollar la vista. Así, un bebé que nace con
cataratas y no es operado sino hasta los dos años de edad, está condenado a la
ceguera permanente.
Últimamente
se han hecho avances considerables en el descubrimiento y la medición de estas
«ventanas» de interconexión neuronal y desarrollo de tejido cerebral
específico. Pero dichos descubrimientos son francamente inquietantes, dado que
contradicen radicalmente los criterios que hemos utilizado hasta ahora en el
diseño curricular en la enseñanza.
La ventana
de aprendizaje de un segundo idioma, por ejemplo, va desde el nacimiento hasta
los diez años. Desde el primer día de vida en el bebé, las neuronas inician el
proceso de conexión neuronal escuchando y fijando, por medio de un proceso de
impulsos eléctricos y químicos del sistema nervioso, los sonidos presentes en
los fonemas del idioma. Ello explica, entre otras cosas, que los niños que
escuchan varios idiomas desde pequeños, desarrollan la habilidad de hablarlos sin
acento, mientras que los adultos que inician el aprendizaje de otro idioma,
por lo general lo hacen con acento, dado que en su infancia el cerebro
no procesó en su corteza los fonemas específicos del segundo idioma. Los
japoneses, que no escucharon el sonido correspondiente a la «r» en su infancia,
dado que no forma parte de su idioma, raramente logran aprenderlo y pronunciarlo
cuando son adultos. A los 10 años de edad se cierra en el cerebro la ventana de
aprendizaje de un segundo idioma y a partir de entonces dicho aprendizaje se
vuelve muchísimo más difícil. Paradójicamente, en nuestro sistema escolar la
enseñanza de un segundo idioma no se inicia oficialmente sino hasta el 4º año
de primaria -y eso, en algún tipo específico de planteles escolares-, cuando
los niños tienen 9 o 10 años, y es ya prácticamente demasiado tarde. La
consecuencia dolorosamente tangible es el fracaso casi total de la enseñanza de
un segundo idioma en las escuelas oficiales del país y una población
esencialmente mono lingüista.
Valga
mencionar, de paso, algunas otras ventanas, aún sin entrar en la discusión
detallada de las consecuencias que tienen para la enseñanza:
- · Desarrollo motriz - Prenatal hasta 5º año
- · Visión - Nacimiento hasta 1er año
- · Vocabulario - Nacimiento hasta 3er año
- · Segundo idioma - Nacimiento hasta 10º año
- · Música - 3er año hasta 10º año
- · Matemáticas y pensamiento lógico - Nacimiento hasta 4º año
Llama la
atención lo corto que es el plazo que tenemos para sensibilizar a nuestros
hijos en estos aspectos del desarrollo y la edad tan temprana en la que tenemos
que iniciar esta sensibilización.
Por
supuesto, lo que a nosotros interesa en lo particular, es la ventana de
oportunidades para la música, particularmente en estos tiempos, en los que las
instituciones profesionales de música revisan la edad límite de ingreso para
los alumnos que pretenden seguir una carrera instrumental.
De los experimentos
mencionados concluimos que es imperativo exponer a nuestra infancia a la
música, escuchándola y practicándola en forma de canto y ritmo desde los
primeros años de vida. En cuanto el desarrollo del organismo de un niño lo
permita, se nos sugiere iniciarlo en uno o varios instrumentos. Todo esto, por
supuesto, antes de los 10 años de edad. Quedarán, así, sentadas las bases de
sensibilización auditiva, analítica y motriz a nivel de desarrollo de tejidos
neuronales específicos en la corteza cerebral, que permitan un desarrollo
musical ulterior más prometedor.
La
experiencia de Europa -en donde la iniciación temprana a la música forma parte
tradicional de la educación en hogar y escuela- y de ciertos países de Oriente
como Japón, Corea y China -los cuales están inundando el mundo con una marea de
precoces solistas de extraordinario nivel, gracias a la introducción de métodos
de enseñanza musical específicos para niños en sus países- corrobora en la
práctica la certeza de lo que ahora los neurobiólogos nos explican a nivel
científico.
Tenemos,
pues, la obligación de volver los ojos hacia nuestro propio país y evaluar
comparativamente, a la luz de dichos descubrimientos y de la experiencias en
otros países, lo que estamos haciendo.
En nuestras
escuelas de música enfrentamos problemas importantes que requieren de
revisiones decididas y valientes. Realizar un ciclo de mesas redondas para el
análisis estructurado y fundamentado del problema de la deserción en las
escuelas de música podría ser un primer paso para enfrentar nuestra
problemática.
Fuente
Conservatorio Nacional de México.
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