El Concierto aunque es en
sí una sonata, presenta algunas diferencias. No se aleja sensiblemente
de ella, pues en él aparecen varios movimientos de la misma forma que
aparecen en la sonata: un movimiento lento enmarcado entre dos
movimientos vivos.
Sin embargo, la característica que ofrece el concierto es la oposición de un instrumento solista a un grupo orquestal. Por lo tanto existen conciertos para violín y orquesta, piano y orquesta, flauta y orquesta, y casi prácticamente para cualquier instrumento que ofrezca posibilidades expresivas y brillantes.
El concierto está formado por un primer movimiento vivo, en forma sonata, donde aparece el principio bitemático, un movimiento lento en forma de lied, y un último movimiento en forma de sonata o en forma de rondó. Muy raramente aparece un Scherzo.
Aunque el concierto exige, en mayor o menor grado, una técnica sólida, sensitiva y brillante de parte del solista, el criterio justo para ejecutar un concierto, más que exhibir o apreciar la habilidad del ejecutante, está en el interés en el dialogo que se establece entre el solista y el grupo instrumental.
Así pues, el solista, al estudiar un concierto, debe tener en cuenta que lo más importante es precisamente ese dialogo, y no ignorar el papel de la orquesta en ninguna circunstancia. En otras palabras, para poder conversar, es necesario escuchar lo que se dice, para responder en el sentido expresivo adecuado.
Otra característica del concierto es la cadencia o cadenza. Este término se refiere a una frase conclusiva. Sin embargo, la cadencia de un concierto es un pasaje o sección, “a solo”, es decir, donde la orquesta calla y sólo interviene el solista, que tiene el carácter de una improvisación brillante, generalmente obtenida del material temático que apareció en el movimiento. Como un “solo” para el instrumento, la cadencia usualmente aparece al finalizar el primer movimiento.
Inicialmente, las cadencias se improvisaban, es decir, se dejaba al gusto del ejecutante la invención repentina de ese pasaje. Beethoven, en el siglo XIX, fue el primero que escribió la cadencia como parte integral de su último concierto, conocido como Concierto Emperador. Desde entonces, los compositores componen las cadencias de sus conciertos.
Sin embargo, la característica que ofrece el concierto es la oposición de un instrumento solista a un grupo orquestal. Por lo tanto existen conciertos para violín y orquesta, piano y orquesta, flauta y orquesta, y casi prácticamente para cualquier instrumento que ofrezca posibilidades expresivas y brillantes.
El concierto está formado por un primer movimiento vivo, en forma sonata, donde aparece el principio bitemático, un movimiento lento en forma de lied, y un último movimiento en forma de sonata o en forma de rondó. Muy raramente aparece un Scherzo.
Aunque el concierto exige, en mayor o menor grado, una técnica sólida, sensitiva y brillante de parte del solista, el criterio justo para ejecutar un concierto, más que exhibir o apreciar la habilidad del ejecutante, está en el interés en el dialogo que se establece entre el solista y el grupo instrumental.
Así pues, el solista, al estudiar un concierto, debe tener en cuenta que lo más importante es precisamente ese dialogo, y no ignorar el papel de la orquesta en ninguna circunstancia. En otras palabras, para poder conversar, es necesario escuchar lo que se dice, para responder en el sentido expresivo adecuado.
Otra característica del concierto es la cadencia o cadenza. Este término se refiere a una frase conclusiva. Sin embargo, la cadencia de un concierto es un pasaje o sección, “a solo”, es decir, donde la orquesta calla y sólo interviene el solista, que tiene el carácter de una improvisación brillante, generalmente obtenida del material temático que apareció en el movimiento. Como un “solo” para el instrumento, la cadencia usualmente aparece al finalizar el primer movimiento.
Inicialmente, las cadencias se improvisaban, es decir, se dejaba al gusto del ejecutante la invención repentina de ese pasaje. Beethoven, en el siglo XIX, fue el primero que escribió la cadencia como parte integral de su último concierto, conocido como Concierto Emperador. Desde entonces, los compositores componen las cadencias de sus conciertos.
El Concierto es una composición musical, generalmente
en tres movimientos, para uno o más instrumentos solistas acompañados
por una orquesta. El nombre de concerto unido a la música se
utilizó por vez primera en Italia en el siglo XVI, pero no se hizo
habitual hasta alrededor de 1600 al comienzo del barroco. Al principio,
el concierto y su adjetivo relacionado, concertato, hacían
referencia a una mezcla de colores tonales instrumentales, vocales, o
mixtos. Se aplicaban a una amplia variedad de piezas sagradas o profanas
que utilizaban un grupo mixto de instrumentos, cantantes o de ambos.
Este grupo podía ser tratado bien como un conjunto mixto unificado, bien
como un conjunto de sonidos opuestos unos a otros. Este estilo
concertante fue desarrollado especialmente por el compositor italiano
Claudio Monteverdi, especialmente en sus libros de madrigales quinto a
octavo (1605-1638). Influido parcialmente por Monteverdi, el compositor
alemán Heinrich Schütz aplicó el nuevo estilo a sus trabajos sacros en
alemán. Este concepto siguió vigente hasta el siglo XVIII, como puede
apreciarse en las muchas cantatas sacras de Johann Sebastian Bach que
llevan el título de concertos.
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