viernes, 13 de febrero de 2015

Historia del Violín: La escuela italiana siglos XVII y XVIII (2da parte)



La idea misma de una «obertura» constituye una pequeña revolución, porque da a la escritura instrumental su nueva dignidad de obra aparte entera, incluso si Monteverdi la denomina aún tocata.  Se franquea una nueva etapa en 1624 cuando compone el Combat de Tancréde et Clorinde: por primera vez se concede a los instrumentos una función dramática y sus timbres respectivos se utilizan en una perspectiva teatral. Todo está ya a punto para que los compositores violinistas den al instrumento un nuevo impulso, haciendo evolucionar las técnicas y haciendo retroceder cada vez más lejos los límites de las formas de la música instrumental: a partir de este momento se distingue la sonata de iglesia (lento-vivo-lento) y las sonatas de cámara que adoptan desde los años 1630-1650 el modelo de las suites de danzas. Los principales artífices de esta evolución serán Paolo Uccellini, Giovanni Battista Fontana, Bartolomeo Mont’Albano, Massimiliano Neri, Andrea Falconi. Ellos introducen asimismo en sus composiciones las primeras indicaciones de matiz, de expresión, de clima musical. 

Tomaso Antonio Vitali, hijo de Giambattista Vitali, realiza la síntesis entre música instrumental y suite de danzas, que llegará a ser una de las formas principales de la escritura clásica y dará las obras maestras que sabemos, particularmente en Bach. Deja al repertorio una Chaconne que reclama ya un gran dominio del virtuosismo, pero sobre todo sienta las bases de la variación sobre un tema, desarrollando al propio tiempo una forma renovada, por no decir nueva —doblamiento de ritmos, desarrollos en arpegios, dobles cuerdas, etc. —, que da origen al virtuosismo moderno.

jueves, 12 de febrero de 2015

Historia del violín: La escuela italiana siglos XVII y XVIII (primera parte)



La escuela italiana desde los siglos XVII y XVIII (primera parte)

Tanto si se trata de la factura instrumental como de la literatura musical, puede considerarse a Italia la verdadera cuna del violín. Al mismo tiempo que allí evolucionaba el instrumento para encontrar su forma definitiva, los primeros compositores que le dieron sus cartas de nobleza eran asimismo violinistas. Pero para comprender en qué ha dejado esa época riquísima un sello indeleble en la historia del instrumento, conviene situarse en el contexto de la época, de un periodo en el que la creación musical estaba aún dominada por la voz y, en menor medida, por los instrumentos de teclado, que todavía no desempeñaban más que un papel de acompañamiento, incluso para hacer resaltar, tan sencilla seguía siendo la textura armónica de las partes que se le confiaban. Armonización, contrapunto, instrumentación, contracantos…, todo esto respondía a una lógica de la forma que tenía más de costumbre, de destreza, que de imaginación creadora. En cuanto a la melodía, no se le concebía como separada de su soporte predilecto, la vocalidad. Entre los laudes y los instrumentos de teclado, es difícil imaginar la aparición de un instrumento polifónico que no fuese la voz. En este sentido puede decirse que el reino del violín se establecerá contra los instrumentos de cuerda polifónicos, en particular el laúd, del que sonará el toque fúnebre, y por consiguiente contra aquellas disposiciones estéticas que dejaban a las cuerdas sólo un papel secundario.



Asistimos pues en el curso del siglo XVI, a una evolución de la sintaxis musical: cada vez más, una parte instrumental aparte entera viene a sostener, incluso a doblar, la voz principal, sacando así el instrumento de su función primera, el acompañamiento. El desarrollo de esta emancipación instrumental dará a los conjuntos de instrumentos una cohesión hecha de diferencias que prefigurará las pequeñas formaciones orquestales que florecerán en el siglo XVIII. El siglo XVII conocerá un alejamiento progresivo de las formas vocales, en provecho del instrumento, que adquiere un valor musical en sí mismo; la parte superior de las composiciones, que antes doblaba la voz, se vuelve predominante, es la que ahora se denomina el cantus. Sólo hace falta dar un paso para hacer de este cantus una voz principal, para más tarde confiar esa voz a un instrumento particular. El mundo italiano empieza a salir del sombrío misticismo medieval en el que se había sumido. Empieza una nueva época, que verá agrietarse el universo religioso en provecho de una estética del placer —de los placeres— de la que la música será la primera víctima voluntaria. Una música que quiere sugerir, alegrarse, que poco a poco va a adornándose y se aleja insensiblemente de la Iglesia y de la severidad del coral. Si añadimos a esto el gusto italianísimo por lo ligero, lo lúdico, el color, se comprende en qué contexto cultural y humano va a desarrollarse el arte instrumental que consagrará el violín como instrumento-rey. Todo esto contribuye al desarrollo del virtuosismo, de la ornamentación, de la unión de timbres, y como, por otra parte, las reglas de la simetría musical no se han fijado aún, el yugo tonal todavía no se ha establecido claramente, es una época de gran libertad en que las formas musicales mismas se buscan, entre las reminiscencias de la música de la iglesia y la tradición popular de los aires para bailar. Desde finales del siglo XVI, asistiremos a un fuerte impulso de la música profana instrumental que encontrará una patria predilecta en Brescia de la que se sabe lo que le debe la historia de la violería.


En la misma época se publican las primeras Canzoni da sonari, cuyo solo título manifiesta la voluntad de escribir música puramente instrumental, incluso si la forma sigue aún muy próxima a la de las obras a cuatro voces. Con este espíritu. Venecia ve nacer el madrigal para voz e instrumento y luego las obras de los hermanos Gabrieli, en las que la parte de violín es realmente independiente. En 1585, Bassano escribirá partes de violín más melódicas todavía. Pero el verdadero choque, la auténtica ruptura, se produce en la obertura del Orpheo de Monteverdi, representada en Mantua en 1607 y publicada en Venecia en 1609.



Aqui puedes ver la obra completa: Orfeo Monteverdi

El Arte del Violín

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viernes, 6 de febrero de 2015

GUIDO D'AREZZO y el nombre de las notas.




GUIDO D’AREZZO y el nombre de las notas.

En el año 1025 Guido D´Arezzo gran teórico musical italiano y monje benedictino encargado de la formación de los coristas en la Catedral de Arezzo Italia, desarrolló un sistema de líneas para escribir la música, y reconoció los tonos musicales por medio de su instrumento llamado hexacordo (seis cuerdas) él también observó en un himno a San Juan (que siempre se entonaba antes de iniciar, para poder preservar la voz), qué la primera silaba de cada verso empezaba un grado de la escala más alto. El himno decía en latín:

UT QUAENT LAXIS

RESONARE FIBRIS

MIRA GESTORUM

FAMULI TUORUM

SOLVE POLUTI

LABI REATUM SANCTE LOANIS

La traducción dice: “A fin de que puedan resonar en los corazones relajados tus maravillosos hechos, absuelve el error del labio indigno de tu siervo, oh San Juan”.
Guido D’Arezzo decidió poner el nombre a cada sonido utilizando precisamente la primera silaba del himno a San Juan de la siguiente forma: 

UT QUAENT LAXIS

RESONARE FIBRIS

MIRA GESTORUM

FAMULI TUORUM

SOLVE POLUTI

LABI REATUM SANCTE LOANIS.

UT en español se convirtió en DO. El resultado fue la sucesión Do, Re, Mi, Fa, Sol, La. El Si fue agregado posteriormente con la evolución de la escala diatónica.

Shlomo Mintz



Shlomo Mintz violinista y director, nació en Moscú, Rusia en 1957. Es considerado uno de los más destacados violinistas de nuestro tiempo, apreciado por su musicalidad impecable, su versatilidad estilística y el dominio técnico del instrumento.

Comenzó a estudiar el violín a los tres años y medio de edad con la célebre profesora Ilona Feher quien durante diez años fue su maestra. A los 11 años hizo su debut tocando como solista acompañado por la Orquesta Filarmónica de Israel. A los 14 años fue llamado por el mundialmente famoso director de orquesta Zubin Mehta para tocar el Concierto de violín No 1 de Paganini supliendo a Itzhak Perlman quien estaba enfermo.

Continuó sus estudios con Isac Stern a petición de su maestra Ilona que le pidió fuera su mentor. En 1973 el joven violinista se fue a estados Unidos para ingresar en la Juilliard School of Music en Nueva York, con la profesora Dorothy De Lay obteniendo un gran desarrollo en sus habilidaes técnicas e interpretativas. A los 16 años debutó en el Carnegie Hall en un concierto con la Sinfónica de Pittsburgh, dirigida por William  Steinberg.

A los 18 años comenzó también su carrera de director de Orquesta.
A los 20 años hizo una gira en toda Europa con los directores más afamados de la época como Eugene Ormandi, Carlo Maria Giulini, y Antal Dorati y esta gira le valió un contrato por 20 años con la Discográfica Deutsche Gammophon.
En mayo de 2006 fue honrado con un Dopctorado Honoris Causa por la Universidad Ben-Gurion del Negev en Beer Sheva Israel.

Objetivos Generales CLASES DE VIOLIN en Ojo de Agua Tecámac

Objetivos Generales CLASES DE VIOLIN en Ojo de Agua Tecámac

jueves, 5 de febrero de 2015

VIOLÍN ELECCIÓN Y CONSERVACIÓN


 
1.- ESCOGER EL VIOLÍN.


Puede decirse paradójicamente que para escoger bien un violín hay que haber alcanzado un buen nivel técnico y sobre todo haber desarrollado una verdadera personalidad musical. Porque escoger es también buscar, descubrir lo que tienes ganas de oír y no solamente soportar lo que los violines te proponen. Probando violines, no vas hacia un sonido que te has forjado, que te imaginas. No se trata, pues, de tomar el violín más bello sino el que buscas. Por consiguiente, hay que tener una gran experiencia de los instrumentos. En efecto, se requieren meses para sentir y encontrar completamente un instrumento, pero a menudo sólo se necesitan unas semanas para decidirse. Hay que poder sentir qué es lo que tiene un violín «en el vientre». A veces, pruebas un violín que no suena muy bien, ya sea porque está mal regulado o no está en forma, ya sea porque antes lo han tocado mal, pero a fuerza de experiencia se puede sentir que ese violín debe sonar de otra manera y uno puede decidirse finalmente por un instrumento que no sonaba muy bien y que evolucionará después de la afinación o de un reglaje.
Algunos principios:

  •           Desconfiar de los violines que «suenan» bien desde cerca: a menudo no es así desde lejos. Un violín no es necesariamente potente, pero seguramente es un violín de alcance, cuyo sonido se propagará a todos los puntos de resonancia de cualquier sala.

  • La claridad y más todavía la rapidez de emisión del sonido son de primordial importancia, sobre todo en los pasajes rápidos. 


  • La homogeneidad del timbre, el equilibrio sonoro debe ser lo más perfecto posible entre las cuatro cuerdas.

  •    La cualidad del sonido en el agudo es sobre todo una cuestión de gusto. Algunos prefieren un agudo brillante, expansivo, otros buscaran un sonido más sedoso y más dulce.

  • No obstante, el timbre de un violín depende más del violinista que lo utiliza que del instrumento mismo. En cambio, no es posible ganar en potencia con un violín que carece de ella, sobre todo en las gamas de los instrumentos medianos. 

  • El aspecto físico del violín importa tanto como sus características sonoras. Habrá que prestar especial atención a lo siguiente:

  •      Al estado del barniz: nada de grietas y aún menos de fracturas, particularmente las fracturas del alma, provocadas por la colocación de un alma demasiado fuerte que pueda horadar la madera. Estas fracturas se reducen por medio de rustinas o «estómagos» que no son siempre muy visibles, sobre todo si el instrumento es antiguo y no ha recibido un buen cuidado;
  • ·       A los agujeros causados por la carcoma;

  •     A las modificaciones de formas, frecuentes en el siglo XIX, para poner los instrumentos en conformidad con ciertos patrones.
  •        Al forrado de la madera. Algunos violines antiguos, débiles en madera, lo eran también en potencia sonora. Ante la fragilidad de estos instrumentos, la dificultad en conservarlos y su naturaleza caprichosa, los violeros recurrieron siempre al forrado, con el fin de reforzar las partes débiles. Pero ello suele causar la desnaturalización del sonido.

También debemos tomar en cuenta que actualmente podemos clasificar los violines en dos grupos y subgrupos. Violines de concierto y violines de estudio.

1.- Violines hechos en fábrica, construidos en serie de los cuales tenemos diversas marcas y tecnologías:

·       El violín Chino
·       El violín Checo
·       El violín Alemán


2.- Violines hechos a mano por un laudero de cualquier nacionalidad

  • Violines antiguos
  • Violines de construcción reciente    
 
2.   EL REGLAJE o ajuste del violín

Puede cambiar completamente el sonido de un instrumento.
Uno tiene, pues, que efectuar el reglaje en el taller de su violero (laudero).

El puente: según su altura, corrige la inversión de las cuerdas de diversas maneras. Montado demasiado alto, da más brillo al sonido, a veces más potencia, pero la emisión no se halla facilitada y el hundimiento de la cuerda, sobre todo en el agudo, es cada vez más duro. Montado demasiado bajo, se pierde en potencia lo que se gana en facilidad de ejecución. La calidad de la madera en la que está tallado, su diseño y su edad tienen igual importancia. Se vigilará que la curvatura, entre la primera y la última cuerda, no sea demasiado pronunciada, con el fin de evitar las dificultades en la ejecución de las dobles cuerdas.


El alma: Lucien Greislamer, en L' Anatomie et la physiologie du violon,de l´alto et du violoncelle (op. cit.), define así su papel principal: "Facilitar así la emisión de las vibraciones cortas para las dos cuerdas de la derecha y las de las vibraciones largas para las dos de la izquierda". Y añade, un poco más adelante: "Aquel que maneja el arco  conoce la extensión del partido que se puede sacar de un buen instrumento bien regulado y sabe a qué inconvenientes se expone cuando no se cumplen rigurosamente todas las condiciones del reglaje". Es decir que el arreglo del alma, más aún que el del puente, tiene una importancia capital sobre el timbre de un instrumento: si se coloca demasiado cerca del puente, las notas agudas se vuelven estridentes, mientras que las graves se hacen secas. El patrón de un alma, tan importante como su ubicación, determina así mismo la facultad de resonancia del fondo. Así pues, habrá que prestar atención particular a todos estos elementos, que son mucho más que detalles, en la elección del instrumento.


Sucede a veces que se intenta volver a encontrar en el instrumento de uno un calor, una redondez, una elasticidad, o por el contrario una tonicidad, una potencia que habría perdido, por razones diversas, a menudo difíciles de definir, a veces ligadas a un golpe, pero también a variaciones de temperatura o de humedad. Para ello se actúa sobre ciertos parámetros muy precisos: la ubicación del alma, del puente (y el lugar de uno frente al otro), la inversión, la altura de la cuerda (distancia de las cuerdas con relación al diapasón), a veces incluso el cambio del alma y del puente (más o menos fuertes), del desplazamiento lateral del puente. Variaciones ínfimas de estos parámetros pueden provocar variaciones considerables de la sonoridad. No es erróneo decir que un violín bien regulado puede ser transformado en el plano sonoro.


Las sesiones de reglaje son un momento bastante angustioso de la vida del violinista. Ante todo es un momento de gran intimidad y confianza con su violero o laudero. Uno no está nunca seguro de lo que va a  salir, y es algo que se hace de manera empírica, tanteando. Uno prueba algo, toca algo: -No, el agudo es demasiado brillante, -no el violín ya no tiene armónicos, -no el grave suena como un alto...demasiado ancho, etc.. Y después, poco a poco, uno encuentra lo que busca. Dicho esto, los violines se mueven y tienen también una fantástica capacidad de adaptación, de autorregulación. No es raro sentir como un violín se adapta por si mismo a un clima, si se le deja tiempo para ello. Por esto no es conveniente acudir al violero al menor problema. Algunas operaciones necesitan un destablado. Es decir, que se debe abrir el instrumento (despegar la tabla del fondo) para intervenir en el interior. Es una operación muy perturbadora, a la cual no aconsejo a los violinistas que asistan. Antoine Vidal nos cuenta, en el libro de Roger Millant (Cf Roger Millant, J. B. Vuillaume, Londeres, W.E. Hill and sons, 1972. p 61.) sobre J. B. Vuillaume, el destablado del Guarnerius de Paganini por este último. (Relato algo mítico, pero, no obstante significativo.)



3.-EL ARCO

Si es por lo menos tan importante como la elección del violín, la elección del arco es todavía más delicada. Un arco de calidad posee una varita equilibrada aunque el concepto de equilibrio sea a menudo relativo: algunos arcos pesados pueden parecer ligeros al emplearlos, si su equilibrio es perfecto. Un arco pesado da un sonido más lleno, porque se adhiere mejor a la cuerda, pero la manipulación puede ser difícil en los pasajes de virtuosismo y los golpes de arco ligeros. Al revés, si la realización de un spicatto perfecto es más fácil con un arco menos pesado, la materia sonora pierde en densidad, en riqueza, en potencia. Lo importante es la sensación de una buena toma en mano, que no deja de guardar relación con la forma del alza a la que hay que prestar atención en el momento de comprar un arco. El peso ideal oscila generalmente entre 60 y 62 gramos, aunque ciertos arcos de menos de 60 gramos puedan revelarse excelentes si están bien equilibrados. En resumen, la adquisición de un arco es asunto de comodidad personal y de equilibrio en la mano. Se comprobará igualmente el estado del alza, deshaciendo eventualmente el revestimiento, porque una reparación en ese punto neurálgico puede provocar una pérdida de valor a un arco de calidad.


4.- CONSERVACIÓN DEL INSTRUMENTO


Todo instrumento ya sea de estudio o de concierto, sufre inevitablemente una serie de constreñimientos debidos a los viajes, a los cambios de temperatura o de presión higrométrica, que no le son totalmente nefastos. Casi siempre vuelve a normalizarse bastante rápidamente: no es necesario, para conservar correctamente un instrumento, correr hacia el laudero cada vez que el violín se utilice. Hay que tomar algunas precauciones simples para conservarlo con buena salud. No dejar nunca el instrumento cerca de una fuente de calor ni en una fuerte corriente de aire, para evitar los riesgos del despegamiento. Después de envolverlo en una tela de seda, guardarlo en una caja de madera barnizada o recubierta de piel, la cual aísla el instrumento casi tan perfectamente como una caja isotérmica. Si no quiere tener que afinar durante la ejecución de una pieza, procure mantener el instrumento afinado lo más constantemente posible: esto garantiza una presión de las cuerdas equilibrada y homogénea, que asegura una respuesta vibratoria óptima. Después de tocar hay que limpiar cuidadosamente el instrumento. Es bueno cambiar las cuerdas con bastante frecuencia —cada dos meses aproximadamente para el la y el mi, cada tres o cuatro meses para las cuerdas graves—, así como las cerdas del arco, que se sustituirán cada seis meses aproximadamente.




Conviene asimismo limpiar regularmente el violín con polish (o popote) que se encuentra en casa de los lauderos y que se aplica con algodón. Naturalmente, hay que quitar cada día la colofonía (brea) que se deposita sobre las cuerdas y sobre la tabla (debajo de las cuerdas) con un paño suave. También se pueden limpiar de vez en cuando las cuerdas mismas con algodón y agua de colonia un poco vieja, lo cual le devuelve el tono.

A menudo acaba por formarse una bola de polvo en el interior (el polvo forma una bola por efecto de las vibraciones). Basta entonces retirarla con unas pinzas de depilar, por ejemplo. Pero si hay una bola, se puede también poner arroz en el interior del violín; el polvo se adhiere a los granos de arroz y así cuando se los hace salir por las efes, el violín queda más limpio, pero se necesita paciencia.