1.- ESCOGER
EL VIOLÍN.
Puede decirse
paradójicamente que para escoger bien un violín hay que haber alcanzado un buen
nivel técnico y sobre todo haber desarrollado una verdadera personalidad
musical. Porque escoger es también buscar, descubrir lo que tienes ganas de oír y no
solamente soportar lo que los violines te proponen. Probando violines, no vas
hacia un sonido que te has forjado, que te imaginas. No se trata, pues, de
tomar el violín más bello sino el que buscas. Por consiguiente, hay que tener
una gran experiencia de los instrumentos. En efecto, se requieren meses para
sentir y encontrar completamente un instrumento, pero a menudo sólo se
necesitan unas semanas para decidirse. Hay que poder sentir qué es lo que tiene
un violín «en el vientre». A veces, pruebas un violín que no suena muy bien, ya
sea porque está mal regulado o no está en forma, ya sea porque antes lo han
tocado mal, pero a fuerza de experiencia se puede sentir que ese violín debe
sonar de otra manera y uno puede decidirse finalmente por un instrumento que no
sonaba muy bien y que evolucionará después de la afinación o de un reglaje.
Algunos principios:
-
Desconfiar de los violines que
«suenan» bien desde cerca: a menudo no es así desde lejos. Un violín no es
necesariamente potente, pero seguramente es un violín de alcance, cuyo sonido
se propagará a todos los puntos de resonancia de cualquier sala.
- La claridad y más todavía la rapidez
de emisión del sonido son de primordial importancia, sobre todo en los pasajes
rápidos.
- La homogeneidad del timbre, el
equilibrio sonoro debe ser lo más perfecto posible entre las cuatro cuerdas.
- La cualidad del sonido en el agudo es
sobre todo una cuestión de gusto. Algunos prefieren un agudo brillante, expansivo,
otros buscaran un sonido más sedoso y más dulce.
- No obstante, el
timbre de un violín depende más del violinista que lo utiliza que del
instrumento mismo. En cambio, no es posible ganar en potencia con un violín que
carece de ella, sobre todo en las gamas de los instrumentos medianos.
- El aspecto físico del
violín importa tanto como sus características sonoras. Habrá que prestar
especial atención a lo siguiente:
- Al estado del barniz: nada de grietas
y aún menos de fracturas, particularmente las fracturas del alma, provocadas
por la colocación de un alma demasiado fuerte que pueda horadar la madera. Estas
fracturas se reducen por medio de rustinas o «estómagos» que no son siempre muy
visibles, sobre todo si el instrumento es antiguo y no ha recibido un buen
cuidado;
- ·
A los agujeros causados por la carcoma;
- A las modificaciones de formas,
frecuentes en el siglo XIX, para poner los instrumentos en conformidad con
ciertos patrones.
-
Al forrado de la madera. Algunos violines
antiguos, débiles en madera, lo eran también en potencia sonora. Ante la
fragilidad de estos instrumentos, la dificultad en conservarlos y su naturaleza
caprichosa, los violeros recurrieron siempre al forrado, con el fin de reforzar
las partes débiles. Pero ello suele causar la desnaturalización del sonido.
También debemos tomar
en cuenta que actualmente podemos clasificar los violines en dos grupos y
subgrupos. Violines de concierto y violines de estudio.
1.- Violines hechos en
fábrica, construidos en serie de los cuales tenemos diversas marcas y tecnologías:
· El
violín Chino
· El
violín Checo
· El
violín Alemán
2.- Violines hechos a
mano por un laudero de cualquier nacionalidad
- Violines de construcción reciente
2. EL REGLAJE o ajuste del violín
Puede cambiar
completamente el sonido de un instrumento.
Uno tiene, pues, que
efectuar el reglaje en el taller de su violero (laudero).
El puente: según su
altura, corrige la inversión de las cuerdas de diversas maneras. Montado
demasiado alto, da más brillo al sonido, a veces más potencia, pero la emisión no
se halla facilitada y el hundimiento de la cuerda, sobre todo en el agudo, es
cada vez más duro. Montado demasiado bajo, se pierde en potencia lo que se gana en facilidad de ejecución. La calidad de la madera en la que está tallado, su diseño y su edad tienen igual importancia. Se vigilará que la curvatura, entre la primera y la última cuerda, no sea demasiado pronunciada, con el fin de evitar las dificultades en la ejecución de las dobles cuerdas.
El alma: Lucien Greislamer, en L' Anatomie et la physiologie du violon,de l´alto et du violoncelle (op. cit.), define así su papel principal: "Facilitar así la emisión de las vibraciones cortas para las dos cuerdas de la derecha y las de las vibraciones largas para las dos de la izquierda". Y añade, un poco más adelante: "Aquel que maneja el arco conoce la extensión del partido que se puede sacar de un buen instrumento bien regulado y sabe a qué inconvenientes se expone cuando no se cumplen rigurosamente todas las condiciones del reglaje". Es decir que el arreglo del alma, más aún que el del puente, tiene una importancia capital sobre el timbre de un instrumento: si se coloca demasiado cerca del puente, las notas agudas se vuelven estridentes, mientras que las graves se hacen secas. El patrón de un alma, tan importante como su ubicación, determina así mismo la facultad de resonancia del fondo. Así pues, habrá que prestar atención particular a todos estos elementos, que son mucho más que detalles, en la elección del instrumento.
Sucede a veces que se intenta volver a encontrar en el instrumento de uno un calor, una redondez, una elasticidad, o por el contrario una tonicidad, una potencia que habría perdido, por razones diversas, a menudo difíciles de definir, a veces ligadas a un golpe, pero también a variaciones de temperatura o de humedad. Para ello se actúa sobre ciertos parámetros muy precisos: la ubicación del alma, del puente (y el lugar de uno frente al otro), la inversión, la altura de la cuerda (distancia de las cuerdas con relación al diapasón), a veces incluso el cambio del alma y del puente (más o menos fuertes), del desplazamiento lateral del puente. Variaciones ínfimas de estos parámetros pueden provocar variaciones considerables de la sonoridad. No es erróneo decir que un violín bien regulado puede ser transformado en el plano sonoro.
Las sesiones de reglaje son un momento bastante angustioso de la vida del violinista. Ante todo es un momento de gran intimidad y confianza con su violero o laudero. Uno no está nunca seguro de lo que va a salir, y es algo que se hace de manera empírica, tanteando. Uno prueba algo, toca algo: -No, el agudo es demasiado brillante, -no el violín ya no tiene armónicos, -no el grave suena como un alto...demasiado ancho, etc.. Y después, poco a poco, uno encuentra lo que busca. Dicho esto, los violines se mueven y tienen también una fantástica capacidad de adaptación, de autorregulación. No es raro sentir como un violín se adapta por si mismo a un clima, si se le deja tiempo para ello. Por esto no es conveniente acudir al violero al menor problema. Algunas operaciones necesitan un destablado. Es decir, que se debe abrir el instrumento (despegar la tabla del fondo) para intervenir en el interior. Es una operación muy perturbadora, a la cual no aconsejo a los violinistas que asistan. Antoine Vidal nos cuenta, en el libro de Roger Millant (Cf Roger Millant, J. B. Vuillaume, Londeres, W.E. Hill and sons, 1972. p 61.) sobre J. B. Vuillaume, el destablado del Guarnerius de Paganini por este último. (Relato algo mítico, pero, no obstante significativo.)
3.-EL ARCO
Si es por lo menos tan importante como la elección del violín, la
elección del arco es todavía más delicada. Un arco de calidad posee una varita
equilibrada aunque el concepto de equilibrio sea a menudo relativo: algunos
arcos pesados pueden parecer ligeros al emplearlos, si su equilibrio es
perfecto. Un arco pesado da un sonido más lleno, porque se adhiere mejor a la
cuerda, pero la manipulación puede ser difícil en los pasajes de virtuosismo y
los golpes de arco ligeros. Al revés, si la realización de un spicatto
perfecto es más fácil con
un arco menos pesado, la materia sonora pierde en densidad, en riqueza, en
potencia. Lo importante es la sensación de una buena toma en mano, que no deja
de guardar relación con la forma del alza a la que hay que prestar atención en
el momento de comprar un arco. El peso ideal oscila generalmente entre 60 y 62
gramos, aunque ciertos arcos de menos de 60 gramos puedan revelarse excelentes
si están bien equilibrados. En resumen, la adquisición de un arco es asunto de comodidad
personal y de equilibrio en la mano. Se comprobará igualmente el estado del
alza, deshaciendo eventualmente el revestimiento, porque una reparación en ese
punto neurálgico puede provocar una pérdida de valor a un arco de calidad.
4.- CONSERVACIÓN DEL INSTRUMENTO
Todo
instrumento ya sea de estudio o de concierto, sufre inevitablemente una serie
de constreñimientos debidos a los viajes, a los cambios de temperatura o de presión
higrométrica, que no le son totalmente nefastos. Casi siempre vuelve a
normalizarse bastante rápidamente: no es necesario, para conservar
correctamente un instrumento, correr hacia el laudero cada vez que el violín se
utilice. Hay que tomar algunas precauciones simples para conservarlo con buena
salud. No dejar nunca el instrumento cerca de una fuente de calor ni en una
fuerte corriente de aire, para evitar los riesgos del despegamiento. Después de
envolverlo en una tela de seda, guardarlo en una caja de madera barnizada o
recubierta de piel, la cual aísla el instrumento casi tan perfectamente como
una caja isotérmica. Si no quiere tener que afinar durante la ejecución de una
pieza, procure mantener el instrumento afinado lo más constantemente posible:
esto garantiza una presión de las cuerdas equilibrada y homogénea, que asegura
una respuesta vibratoria óptima. Después de tocar hay que limpiar
cuidadosamente el instrumento. Es bueno cambiar las cuerdas con bastante
frecuencia —cada dos meses aproximadamente para el la y el mi, cada tres o
cuatro meses para las cuerdas graves—, así como las cerdas del arco, que se sustituirán
cada seis meses aproximadamente.
Conviene
asimismo limpiar regularmente el violín con polish (o popote) que se encuentra
en casa de los lauderos y que se aplica con algodón. Naturalmente, hay que
quitar cada día la colofonía (brea) que se deposita sobre las cuerdas y sobre
la tabla (debajo de las cuerdas) con un paño suave. También se pueden limpiar
de vez en cuando las cuerdas mismas con algodón y agua de colonia un poco
vieja, lo cual le devuelve el tono.
A menudo
acaba por formarse una bola de polvo en el interior (el polvo forma una bola
por efecto de las vibraciones). Basta entonces retirarla con unas pinzas de
depilar, por ejemplo. Pero si hay una bola, se puede también poner arroz en el
interior del violín; el polvo se adhiere a los granos de arroz y así cuando se
los hace salir por las efes, el violín queda más limpio, pero se necesita
paciencia.