lunes, 28 de noviembre de 2016

Historia del violín: La escuela italiana siglos XVII y XVIII (6ta y última parte)



Si Giuseppe Tartini no parece que pueda rivalizar con Vivaldi en el plano de la invención formal, se le deben algunas técnicas adquiridas que se encuentran en la base del violín. Además de las obras teóricas (Trattato di música, 1754; Principi dell’ armonía, 1767; Traité des agréments de la musique, 1728), se le deben casi ciento cuarenta conciertos y un centenar de sonatas. Estas obras distan mucho de revolucionar los géneros a los cuales pertenecen, pero atestiguan una gran atención al color, a la plasticidad de lo musical. De Corelli retiene el sentido de la forma, que, sin embargo, adapta con más humanidad. De Vivaldi conserva aquel gusto particular del virtuosismo al servicio de una emoción, virtuosismo «bien atemperado», no obstante, ya que para este hombre que ha quedado en la historia gracias al Trino del Diablo, la acrobacia digital no es sino una anécdota frente a las múltiples posibilidades del violín.


Además estará en el origen de la evolución del arco: convexo al principio, se volverá plano y después curvo en el otro sentido, cóncavo y más largo. Esta evolución permitirá un ataque más franco de los sonidos, por un hundimiento mucho mayor (una especie de «traje de viaje» del arco) y también un enchapado de los sonidos múltiples (acordes de tres sonidos)
 

 


A esta lista forzosamente incompleta, habría que añadir los nombres de Pietro Nardini y de Gaetano Pugnani que, cada uno a su modo, anuncian la escuela italiana del siglo XIX. El primero, saludado en su tiempo por Leopold Mozart, se hizo célebre por sus dotes de intérprete y su pureza de sonido que florecieron maravillosamente en los movimientos lentos de las sonatas y conciertos que escribió. El segundo, que dio muestras de una verdadera inteligencia musical, ofrece el ejemplo del compositor-interprete-pedagogo cuya tradición se perpetuará en el siglo siguiente. Como su maestro Somis y como su discípulo Viotti, él deja el «bello violín» en beneficio de una expresividad tensa, lírica, que había de influir duraderamente en el modelo clásico. 


La posteridad de la escuela italiana es deudora sobre todo del cosmopolitismo de sus principales artesanos. Si músicos como Giardini, Baglioni, Borghi, Ferrari, Lolli y tantos otros no han dejado más que una huella modesta en la historia de la música, fueron, por sus incesantes viajes a través de Europa, los mensajeros de una técnica y de una estética que dominarían por un tiempo aún el mundo musical hasta Paganini.

          

miércoles, 10 de agosto de 2016

Violinistas: Daniel Lozakovich

Reconocido como un " joven músico excepcional " por el diario austriaco Kronen Zeitung.
 
El violinista Daniel Lozakovich junto a uno de los pianistas más destacados de 
nuestro tiempo , Frank Dupree, llevan a cabo un recital de Bach , Mozart y Brahms 
en la Iglesia Verbier .

Exalumnos de la Academia de Verbier Festival, un trampolín muy valioso en las carreras de algunos de los actuales y más codiciados solistas, que se reúnen en el escenario con un repertorio desde el barroco hasta la música romántica. Para su primer recital en Verbier, el joven violinista sueco realiza la Partita de Bach para violín solo nº 2, y con Frank Dupree, de Mozart Sonata No. 18 y Brahms ' Sonata para violín y piano n.º 3 .

De 15 años, Daniel Lozakovich ya tiene tanto un talento precoz y la madurez. Se ha presentado como solista en toda Europa con orquestas como la Filarmónica Real de Estocolmo, Tchaikovsky Symphony, Filarmónica de Moscú, Corte Real de Estocolmo, Sinfónica de Gävle, Bruselas orquesta de cámara, y Estocolmo Sinfonietta.



Daniel Lozakovich and Frank Dupree: Bach, Mozart and Brahms on medici.tv.

miércoles, 27 de julio de 2016

Historia del violín: La escuela italiana siglos XVII y XVIII (5ta parte)




Si Corelli invento el concierto, Vivaldi le dio plenamente todas sus cartas y de nobleza. En su abundante producción, las sonatas ocupan un lugar más modesto  y son en su mayor parte obras de juventud. Si conoció una inmensa fama en vida, Vivaldi cayó también en un olvido inexplicable del que no había de salir hasta el siglo XIX, merced al redescubrimiento de Bach, cuando los musicólogos se dieron cuenta de que un gran número de sus manuscritos se referían a obras de Vivaldi que él había repensado hasta recrearlas por completo o, al revés, que había retranscrito escrupulosamente. 

Es preciso recordar que Bach, incluso en las obras que no deben nada a sus predecesores, se inspiró ampliamente en la forma italiana antigua y en temas de Vivaldi o de Albinoni. Pero habrá que esperar todavía a 1930 para que se rescaten del olvido, gracias a dos donaciones de la biblioteca de Turin, las tres cuartas partes de la obra de Vivaldi. Y sobre todo su música vocal sacra y profana, hasta entonces mal conocida.

Sin ser, como hemos dicho, el inventor del concierto, fue sin duda el que hizo evolucionar la forma de una manera decisiva, imponiéndola como un modelo determinante en la continuación de la historia de la música, Afirmando el principio de la construcción allegro-adagio-allegro, presintiendo la forma rondó del movimiento final, enriqueciendo la orquestación por vientos que ya no se contentan con doblar las cuerdas y sobre todo confiriendo a la parte solista un carácter automáticamente dramático hecho de contrastes y de claroscuros, no prefigura solamente las inquietudes de Sturm und Drang y los tormentos del romanticismo, sino que realiza la síntesis entre la música de escena y la música de cámara, entre la riqueza del melisma y el rigor de la música instrumental.


Incluso si algunas de sus páginas pueden parecernos hoy de conmovedora ingenuidad –las archí clásicas Cuatro Estaciones no han contribuido ciertamente a su prestigio-, no obstante, sigue siendo el precursor de una muisca de programa que Beethoven ilustrará magistralmente con su sinfonía llamada Pastorale.